Club Atlético del Rosario

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15 segundos – Parecieron 150 años. http://www.periodismo-rugby.com.ar/

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Institucionales
27 de marzo de 2017

Quince segundos.
En el bar hay una mesa redonda de madera noble que está sola, esperando. La tradición marca que los campeonatos se festejan bailando sobre la sólida mesa redonda pero el campeonato se define a 300 km. Por eso la mesa espera con la única compañía del silencio. Porque el éxodo  llevó a los fundadores del rugby a Buenos Aires, mas precisamente a San Martín. No quedó nadie en Plaza Jewell, solo la mesa añosa. Y ahora cientos de rosarinos repartidos por el costado del rectángulo verde, sufren, la pasan mal. Se juega tiempo de descuento y San Martín, que tenía una vieja cuenta por cobrar de algún descenso de nosecuando, les está arruinando la fiesta. Federico Todeschini, tackleado, perdió la pelota y la última jugada del partido será un scrum para Pacífico. Nadie puede creer que el campeonato se escape de esa manera. San Martín, último en la tabla, parecía un trámite, un paso final hacia la gloria esperada por 61 años. Pero no, les jugó a cara de perro y se va a quedar con la alegría rosarina. Alguien, desolado, llora detrás del ingoal, un chico de no mas de diez años clava la cara en el hombro de su papá buscando refugio para tanta frustración, la cara pétrea del entrenador Gonzalo del Cerro es una foto del desconsuelo, una mujer, de las queridas mujeres del rugby, lo mira de cerca en silencio, no se anima a decirle nada, sabe que ninguna palabra sirve de consuelo. Entonces traga saliva y se guarda el dolor propio para no alimentar el ajeno. “Me parece que aquí pierde todas las chances el Atlético, scrum para San Martín”, grita el Negro Coccia en su relato. La angustia rodea al pasto de San Martín.
Sin embargo, algo pasa.
Aunque nadie se da cuenta, la cancha de San Martín se llena de duendes que no llevan la verdinegra. No, estos lucen unas gastadas camisetas celeste y colorado clarete. Y están dispuestos a todo.  Entonces el Narigón Cingolani y Octavio Bartolucci se miran a los ojos y se dan aliento. Leonardo Roldán piensa que todavía se puede. El Lungo Estelles se acuerda de la primer mañana de sábado en Plaza. Federico Risler siente que es la última pelota de su vida. Tiene razón a medias. No es la última, sí la mas importante. No están solos. Cuando el medio scrum de San Martín tira la pelota, la gloriosa historia de Plaza entra en acción. Risler se tira con los pies hacia adelante y la roba, Bartolucci que se había parado como un segundo octavo al lado del Lungo, la agarra y empieza el mágico pasamano. Se la da al Lungo. Estelles se la pasa a Leandro Lobrauco, este a Rodrigo del Cerro. La pelota pasa y en cada pase lleva la velocidad exacta, la distancia justa, como si alguna fuerza extraña acompañara su vuelo. Son los duendes, porque en la cancha de San Martín, acompañando al equipo del 96 estan los originales, los viejos campeones de 1905 y 1906 que vinieron a poner el hombro. Y en el genial pasamano se cuela un rever mágico de Héctor Alfonso a su compañero Percy Talbot, dos campeones del 35. Y los valientes del 14 y el 39, los que se fueron a entregar la vida a la guerra, ahora ponen todo ahí para que Plaza sea campeón. Jorge Seaton y el mítico Gastón Recagno llenan de indicaciones a Josi Orengo, lo ayudan a recibir el pase de Rodrigo y correr los metros exactos para tomar la marca antes de largar la pelota. Y aparece el talento de Richard Castagna y el Banana Baetti junto a la personalidad de Alejandro Risler liderando a los Lagartos, aquel equipo legendario que en los 80 ganó 4 ascensos seguidos para poner al Atlético otra vez en la primera de Buenos Aires. Del otro lado del alambre la gente empieza a entender que algó mágico está pasando y grita como loca mientras corre por el costado acompañando la jugada. Finalmente la pelota le llega a Oria que viene lanzado. Y el Loco no corre solo. A su lado, como los ángeles de “Las alas del deseo”, corren dos viejos salidos de otra época que le gritan, lo arengan, viajan con él hacia la gloria. Coccia enloquece y grita por TV “Oria al try! Oria al Try! Oria al campeonato!”. Y así, con la dulce compañía de los hermanos Carlos y Eduardo Jewell, Pablo Oria vuela sobre el ingoal de San Martín y en su vuelo lleva un grito que venía atragantado por mas de seis décadas pero que dura 150 años.
Entre el lanzamiento al scrum del nueve de San Martín y el inmortal aterrizaje de Oria en el ingoal pasaron exactamente quince segundos y en ese pequeño lapso de tiempo se jugó la historia de uno de los clubes mas antiguos de América, que empezó jugando al cricket, se lució en el fútbol de fines del milochocientos y se consagró en el rugby del siglo XX. El club fundador de la UAR que luce con orgullo la camiseta creada por los ingleses del ferrocarril que le dieron origen y que honra en cada suspiro a los legendarios hermanos Jewell, los benefactores que le donaron la tierra para construir su casa, el reducto que hoy es uno de los espacios mas tradicionales del rugby argentino.
La tradición dice que los campeones bailan sobre la mesa hasta que alguien la rompa. Los hombres del 96 bailaron con orgullo y no pudieron quebrarla. En el 2000, luego de una recordada final ante el CASI, otros se subieron sobre la madera redonda. Y la mesa sigue ahí, vigilando orgullosa el devenir del tiempo que dice que hoy  Atlético del Rosario, el glorioso Plaza Jewell, cumple sus primeros 150 años.
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Quince segundos

Los dramáticos minutos finales del partido contra San Martín de 1996 contado por Leyendas del Rugby.

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