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El amor por el club, donde comienza el deporte – Por Jorge Búsico

En los medios
9 de enero de 2017

“El club se hizo y se hará entre nosotros, los socios. Los socios somos el club. El club no es un gimnasio donde se paga y listo. Somos gente comprometida, que ponemos lo que podemos para tener siempre un club mejor, ya que es nuestra casa. Les ponemos el hombro a los que trabajan por el club, y también les ponemos una sonrisa a los que nos viven, a los que lo usan y no aportan ni se comprometen. Aunque se alejen, si pueden sigan viniendo al club; son los mejores minutos que invertirán en su vida. Y los amigos que hagan acá, serán eternos”. Esto lo escribió Tomás Salvagni, quien hace unos días se fue de gira repentinamente. Hombre de Hurling, muy querido en los ambientes infantiles del rugby, su partida causó un profundo dolor en el ambiente, y fueron varios los que reprodujeron en sus muros de Facebook estas palabras que brindan una certera definición de lo que significa un club.

San José encierra una de las tantas historias de idas y venidas, de personas y lugares, que tiene el rugby, pero siempre con la premisa de preservar el club. El sábado 30 de julio de 2011, un incendio originado por una salamandra que comenzó a despedir chispazos, provocó la destrucción total de todas sus instalaciones en el campo de Garín. Sólo quedaron las haches de las canchas. De milagro no hubo víctimas, ya que en ese momento había cerca de 200 personas, incluidos los jugadores de San José y de Las Cañas que estaban preparándose para salir a jugar.

La solidaridad del rugby, que aparece a pleno en estos casos, permitió la reconstrucción. Clubes, socios, amigos, gente del rugby y empresas contribuyeron para que San José volviese a tener su quincho, que hoy, cinco años después, está casi terminado. Pero hubo que pelearla también en el juego. A fines de 2014, el club prácticamente no tenía juveniles. Entre todas las divisiones, no llegaban a 60 chicos. Por reglamento, San José bajó al Grupo Desarrollo, el que integran los clubes más nuevos de la URBA. “Creo que fue una ayuda la que nos dio la URBA, porque nos permitió tomar contacto con la realidad y a comprometernos a reinventarnos también adentro de la cancha”, cuenta Ricardo Ricardo Gómez Monzo, presidente con sólo 37 años.

San José ganó cómodamente el Grupo Desarrollo y este año, compitiendo en el Grupo IV, se clasificó para jugar en 2017 el GIII, que pasará a llamarse Grupo II. O sea, técnicamente logró dos ascensos en un año. Pero, lo más importante, incrementó al doble su número de juveniles, buscándolos en los colegios y hasta en el shopping de Tortuguitas, cercano a sus canchas alquiladas en Garín, de las que se mudarán dentro de un par de años, ya que acaban de comprar dos hectáreas en La Lonja, también en el Norte del Gran Buenos Aires.

El comienzo del rugby de San José data de 1893, cuando el colegio del mismo nombre (ubicado en el barrio de Balvanera, en CABA) empezó a jugar, por iniciativa de los padres vascos franceses (de Bayona), los torneos intercolegiales católicos. En 1953 se afilió a la UAR (hoy URBA) y en 2000 se dividió del colegio, formando San José Rugby Club. En su periplo fue pasando por Adrogué, Martín Coronado (ambos campos de deportes del colegio), Boulogne, CASI de Escobar y, desde 2006, Garín. Su historia es una de las tantas de amor al club, que es ni más ni menos donde empieza el rugby.

 

Jorge BúsicoPARA LA NACION

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